El Agua Fugaz y Eterna

Nacimos como la música y la poesía en el regazo del agua,
La brisa y la lluvia crearon nuestro verbo,
Le dieron una forma a lo intangible y un sentido místico a la existencia.
Somos parte de una memoria ancestral; fuimos alguna vez medusas de un sueño que en mareas de impacto y sonidos abrazaron este planeta.
Venimos de sus corrientes como cardúmenenes de luz.
En vilo entre el dolor y la alegría; prisioneros entre nuestros propios huesos; sosteniendo un espíritu que en su Divinidad, desea ser habitante de otras esferas, triste en su propio caudal.
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Queremos volver a ser oleajes incontenibles, sin barreras. El agua tiene alma; sigue siempre las leyes universales, fluye en armonía con el poder de la tierra.
Deslumbra el polvo; deja evidencia del paso del hombre bajo los astros, y vuelve diamantes de la historia a los seres que un día fueron génesis gozosa entre sus minerales

Las gotas de agua son las pupilas de la naturaleza
Como en la lente de Olga Lucía Jordán, se deslizan por los valles, por las pendientes del alba, para retener el terciopelo de un frailejón ofreciendo su destino.
Una hoja con un abalorio de perlas; los bastones de la luna, barcas de polen para las abejas.
Una gota asombrada en su propio fulgor. Pueden venir de Singapur o de Malawi, de los mares Caribe o de Omán, quizás del cristal de mi ventana…
Las gotas, susurro entre las ramas, hechas bosque y llamas, repasan el universo, dibujan un pistilo, una flor o el paso de un insecto.

Mínimas ánforas rotas cuando pulsa su laúd de saudades el viento.
La eternidad tiembla en el agua que apaga la sed, en la quebradas y en los riachuelos, en un charco al atardecer; viajera bajo el sol.
El agua está siempre aquí y ahora en nuestro cuerpo, y al final de nuestros días será de nuevo canto fresco de la tierra.
Se pone su traje de velor cuando se desprende de las cimas azules.
Se viste de novia en el Ártico y se corona con el verde violeta de la aurora boreal.
Hablar de un océano o de una gota de agua, es pretender palpar un milagro desde la piel, desde las palabras que se tornan vacías para bendecir la vida misma.
La selva del Amazonas le regaló al planeta un corazón fluvial de pájaros para arrullar el Océano Atlántico, y abrazar el azul Pacífico en la Tierra del Fuego.
Estas gotas de agua que miro dichosa, desde mi cuaderno, son de lluvia, de mares y de rocío.
Son algo de mi vida, Representan mi origen eterno, imposible de retener en mi cuerpo, mas allá del silencio y de este viaje sorprendente de abismo y estrellas.
El Agua Fugaz y Eterna